EUSTAQUIO SEGRELLES: "COLLIDOR", RECOLECTOR DE ÉXITO

 Por: María del Rosario Pallás
 Texto publicado en Arte en Valenciadiciembre de 2011


Eustaquio es un especialista pictórico en indumentaria local tradicional y cuasi escenógrafo, nostálgico de una Valencia, donde tampoco se abandona el gusto y el cariño hacia una estética artística decimonónica y de principios del siglo XX, ni se rompen demasiados esquemas.



“La reciente impresión de tus triunfos… Prescindo
De más detalles, para explicarte por eso
Como autumnal te envío este ramo de rosas.”
Rubén Darío (1)

Baste con pasear a lo largo de nuestra orilla para, observar que ahí no existe ya nada de lo que pinta Eustaquio. Y, sin embargo, lo representado, nos resulta familiar. Esporádicamente, si vamos a localizar algún pescador conocedor de artes de captura prácticamente en desuso. En esta época se hace necesario poseer carnet o permiso casi hasta para respirar y hay reglamentaciones por las cuales actividades, normales otrora, no son posibles hoy día. Eso en el estudio de Eustaquio no sucede, porque él ha logrado parar el tiempo en sus “activas” escenas del ayer, de hacendosos personajes a quienes libremente pinta y evoca. Así eran las cosas entonces. Así se vivía, se vestía, se hacía en la playa, por ejemplo, cuando la playa era un lugar de desembarco pesquero, con buey de arrastre preparado a la solana para sacar del mar, a su regreso de la navegación costera, las pesadas barcas de madera con el pescado fresco, recién capturado.




Hay artistas que piensan que la pintura figurativa debe reflejar la vida actual, mas es la pintura una herencia de antaño, un esfuerzo plástico no inútil si se entiende el arte, un arte que no ha muerto. Así, donde ya no quedan bueyes, mulas, barcazas, faldas largas, alpargatas, pañoletas, pañuelos en la cabeza, redes artesanas o caras oscurecidas por el potente sol mediterráneo, Eustaquio los revive y erige con todo detalle. Esos aspectos que estudia la etnología como ciencia, esas escenas vivas en lienzo, son las labores y faenas impregnadas de esfuerzo en la pesca y en la agricultura.

Mar y campo, son sus dos paisajes preferidos, dos fuentes de la naturaleza con sus respectivos recursos naturales. Eustaquio, por tanto, gran cosechador de éxito artístico, se decidió, como nadie, por pintar el cultivo rural valenciano -por excelencia- de la naranja y su recolección; por ello junta verde y naranja con riqueza. Y, como “els collidors”, que trabajan con periodicidad estacional desde siempre en la recolección, es en este tiempo de otoño -cuando sucede esta escena anual en el circuito de la rueda vital- el momento de sus habituales exposiciones en Madrid y Valencia.


Bien se trate de frutos del mar, bien de frutos del campo, entre todo existe un equilibrio visualmente apreciable, un enfoque de la escena, con los personajes inmersos en sus tareas, ajenos al ojo que escudriña y observa cada veta, cada punto, cada bocanada estética. Cardúmenes compactos de huertanos y pescadores a los que corresponden los mismos aperos, nunca lo moderno ni mecánico. No hay gasolina que mueva tractores, no hay motores que empujen frente al oleaje y el sudor huele a óleo y no a humana exudación por el intenso esfuerzo.


Posamos hoy frente a ese mundo que nos evocas, Eustaquio, donde existe lo que casi nadie hemos visto, pero que ahí estuvo a pie de playa, donde ni pasear ya pueden los perros porque se ha prohibido. Los atuendos son herencia, espíritu de entonces. Tu manifiesto del ayer: para establecer todo un mundo, cosmogonía de personajes y una forma de vida unidas ya con el cordón umbilical del arte, con tonalidad y luz por ti reguladas.


Si cronológicamente su temática pictórica es irreal, artística- y técnicamente supone un modelo de maestría, habilidad, laboriosidad, colores propios; azul sobre verde -verde sobre azul- entre olas azules verdosas con cresta blanca de vaporosa espuma y ramas marrones de verdes hojas, entre las que brota el naranja del ácido fruto que el sol dulcifica con azúcares al madurar…

Eustaquio reafirma en cada lienzo su personalidad inequívoca: “Soy clásico." Su pensamiento simbólico, abstracción y gusto estético se resumen: “Me gusta la belleza." Tiene mucho espacio a su alrededor y vive en la Calle del Pintor. ¿Qué más se puede desear? Un cuadro de este PINTOR, quien hace magia con el tiempo, nos regala una imagen robada al pasado en el presente, a mano, como se ha realizado la cosecha durante la mayor parte de la historia humana.

(1) Así finaliza un soneto de Rubén Darío a Valle Inclán dedicado, mejor, incluido en la Sonata de Primavera y Memorias del Marqués de Bradomín a modo de introducción de edición.


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